Alegoría de la Fama. Caetano da Costa

El emblema institucional de la Universidad de Sevilla es la alegoría de la diosa Fama, escultura que remata la portada principal de la Antigua Real Fábrica de Tabacos. Realizada en piedra y alas chapadas en cobre, fue facturada por el portugués Caetano da Costa, entre 1755-1756. Escultor, entallador y arquitecto de retablos afincado en Sevilla hacia 1725/29, que tras una primera etapa de formación de unos diez años, marchó a Cádiz en 1738, donde obtuvo varios contratos para trabajar en la Catedral Nueva, el Hospital de Mujeres o en el Convento del Carmen de San Fernando, regresando a Sevilla en 1750.

En opinión del profesor Luis Martínez Montiel, la imagen de la diosa guarda ciertos paralelismos con la escultura de la Virgen del Carmen, facturada en 1748 por el artista para la portada de la iglesia del Convento del Carmen de San Fernando [1]. Estos se aprecian en la manera de cómo consigue romper la frontalidad a la que estaban abocadas, debido a su ubicación en altura, que solo parecía permitir un único punto de vista al espectador. Ambos casos se resuelven de idéntica manera, utilizando una línea serpentinata de regusto clásico que les otorga un gran sentido del movimiento, que en el caso de la Fama, se nos antoja un tanto fingida y que permite su observación desde varias perspectivas.

El mensaje que se pretende ofrecer con su ubicación es de tipo propagandístico. Consiste en proclamar a los cuatro vientos el poder y la grandeza de la monarquía Borbónica bajo el reinado de Fernando VI, y la gloria que ello conlleva. Además, la Imagen se acomoda, convenientemente, al modelo que la Hispalense quiere proyectar de sí misma basado en el conocimiento, la sabiduría, la excelencia y el esfuerzo.

La Fama como divinidad, aparece ya en la literatura griega del siglo VIII aC, en escritos de Hesiodo y Homero. Hesiodo, (Trabajos y días), concluye que la mala reputación es ligera y fácil de levantar, dura de soportar, y casi imposible quitar, si mucha gente la corre de boca en boca. “Sin duda ella es un dios”. Homero, (Iliada, canto II) dice que es la mensajera de Zeus.

Los poetas romanos, Virgilio y Ovidio Nasón, consagraron la descripción física de su imagen, (Eneida, lib. IV) y la morada donde habitaba (Metamorfosis, lib.XII). El primero sostiene que es hija de Gea, presentándola como un monstruo horrendo cubierto de plumas y alas, muy veloz y siempre vigilante, pues nunca duerme, con muchos ojos, lenguas, bocas y oreja. Es mensajera de lo falso y lo malo pero también de lo verdadero. Ovidio nos dice que vive en un espacio entre el cielo, el mar y la tierra, en una mansión abierta donde no existe el silencio, ni el griterío, ni el descanso. Solo hay murmullos y rumores. Allí están la Credibilidad, el temido Error, la fútil Alegría, los consternados Temores y la Sedición.

Cabría preguntarse cómo se produce el cambio de criterio que faculta la transformación de un ser terrorífico, en una iconografía amable, la renacentista, donde se representa como una joven doncella alada sobre una nube y tocando la doble trompeta. En este sentido, hay que destacar la importancia que el concepto Virtus adquiere en la sociedad romana. Casi todos los autores latinos, de una u otra manera, lo abordaron en sus escritos, entendiendo que consistía en la cualidad moral que toda persona posee para asumir decisiones en momentos difíciles y poder así esquivar a la aciaga Fortuna, mediante el esfuerzo, el coraje, la valentía o la voluntad. Ello conlleva, a que otros conceptos cómo Triunfo, Fortuna, Gloria o Fama vayan ligados a él, pues de lo que se trata es que la inmortalidad del recuerdo perviva a través de los siglos en la memoria colectiva de las generaciones venideras. Esta idea va a ser heredada en los siglos XV y XVI, por ello, no ha de extrañarnos que la iconografía de este periodo necesitase crear imágenes que representen los beneficios que una vida virtuosa ocasionaba.

[1] Martínez-Montiel, Luis F.: “Una escultura de Cayetano de Acosta en el convento del Carmen de San Fernando (Cádiz)”, en Laboratorio de Arte: Revista del Departamento de Historia del Arte, nº 4. Sevilla 1991, pp. 329-334.

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