Dos piezas de la US en “Montañés, maestro de maestros”

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Estas imágenes fueron muy aplaudidas en los cenáculos y tertulias de principios del siglo XVII por el realismo místico y espiritual que desprenden sus rostros y que se ve acrecentado por la policromía mate que le otorgó Francisco Pacheco, llegando a ser consideradas como vera effigies. No en vano sabemos por el manuscrito del jesuita Pedro de Ribadeneyra que el padre Ignacio no gustaba de ser retratado: “(…) se enojaba mucho y no lo consentía”, por ello nunca nadie se atrevió a pedirle que posara.  No fue hasta 1556, fecha de su óbito, cuando se realizó un vaciado de su rostro en Roma a partir del cual se realizaron otros. Francisco Pacheco dice al respecto: “(…) yo alcancé uno de yeso que, por lo menos, conserva la verdadera forma de los perfiles y todos cuantos hay se parecen a este”.

Imagen destacada:
Cortesía del Museo de Bellas Artes de Sevilla, fotografía de Pepe Morón

 

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