Los hermanos Bécquer en el Panteón de sevillanos ilustres

El 9 de abril de 1913 se exhumaron del cementerio de La Sacramental de san Lorenzo y san José de Madrid los restos mortales de los hermanos Bécquer, Valeriano y Gustavo Adolfo, con destino a la ciudad de Sevilla. Petición que desde 1884 venía solicitando La Sociedad Económica de Amigos del País con José Gestoso como principal impulsor.

Un día después, el 10 de abril, llegaron a la estación de Córdoba con destino a la iglesia de la Anunciación, pero la fuerte lluvia impidió su traslado, debiendo refugiarse y hacer noche, en la capilla de las Siete Palabras de la iglesia de san Vicente, permaneciendo en este lugar hasta las tres de la tarde del día siguiente, momento en el que se reanudó la marcha del cortejo fúnebre camino de la antigua iglesia de la Compañía. Testigo de excepción del paso de la comitiva fue Luis Cernuda, que contaba con once años en ese momento, y que posteriormente titularía uno de sus libros de poemas, “Dónde habite el olvido”, con un verso del poeta romántico perteneciente a la Rima LXVI.

Sus urnas fueron depositadas en la cripta ubicada bajo la iglesia, y esa misma tarde del día 11 de abril se tomó la decisión de crear un monumento funerario en homenaje a ambos, que sería costeado por el marqués de Casa Dalp y tallado por Eduardo Muñoz Martínez, concluyéndolo en 1914. Allí permanecieron hasta que en 1972, una vez finalizadas las obras de consolidación, restauración y ampliación de este espacio, dirigidas por el arquitecto José Galnares Sagastizábal, dicho espacio pasó a convertirse en Panteón de Sevillanos Ilustres, lugar donde actualmente reposan.

El monumento funerario de los hermanos Bécquer, de estética neogótica, está realizado en mármol pulido y ensamblado. Las dimensiones del grupo escultórico son 380 x 66 x 38 cm. y la lápida mide 64 x 100 cm. Un doselete resguarda y protege la figura del Ángel de los Recuerdos que porta en sus manos un escudo con una inscripción y el libro de la Rimas. Éste se alza sobre la lápida, a ras del suelo, compartida por ambos hermanos donde se inscriben sus nombres y el año de sus nacimientos y muertes, Valeriano Bécquer 1833-1870 y Gustavo Adolfo Bécquer 1836-1870. Hace de soporte un pedestal volado resaltado por volutas, motivos vegetales, tallos e incluso una golondrina, en clara alusión, ésta, a uno de sus poemas más conocidos.

Es el que mayor número de admiradores concentra, como lo demuestran la multitud de ofrendas y mensajes escritos que estos dejan entre sus oquedades y al pie del monumento.

Nunca debió imaginarse el poeta que sus restos acabarían en un lugar frío, desapacible y desangelado como es el Panteón de Sevillanos Ilustres, sobre todo, si atendemos a lo escrito por él en la Tercera Carta de su obra “Cartas desde mi Celda”, donde hace evidente cómo le gustaría que fuese el “lugar donde le colocasen para dormir el sueño de oro de la inmortalidad.”

“En Sevilla, y en la margen del Guadalquivir, que conduce al convento de San Jerónimo, hay cerca del agua una especie de remanso que fertiliza un valle en miniatura formado por el corte natural de la ribera (…) Dos o tres álamos blancos, corpulentos y frondosos, entretejiendo sus copas, defienden aquel sitio de los rayos del sol, que rara vez logra deslizarse entre las ramas, cuyas hojas producen un ruido manso y agradable cuando el viento las agita y las hace parecer ya plateadas, ya verdes, según del lado que las empuja. (…) Cuando yo tenía catorce o quince años, y mi alma estaba henchida de deseos sin nombre, de pensamientos puros y de esa esperanza sin límites que es la más preciada joya de la juventud (…)¡cuántos días, absorto en la contemplación de mis sueños de niño, fui a sentarme en su ribera, y allí, donde los álamos me protegían con su sombra, daba rienda suelta a mis pensamientos y forjaba una de esas historias imposibles, en las que hasta el esqueleto de la muerte se vestía a mis ojos con galas fascinadoras y espléndidas! (…) soñaba que la ciudad que me vio nacer se enorgulleciese con mi nombre, añadiéndolo al brillante catálogo de sus ilustres hijos; y cuando la muerte pusiera un término a mi existencia, me colocasen para dormir el sueño de oro de la inmortalidad a la orilla del Betis. (…) y en aquel mismo punto a donde iba tantas veces a oír el suave murmullo de sus ondas. Una piedra blanca con una cruz y mi nombre, serían todo el monumento.”

El 10 de abril de 2013, con motivo del centenario del traslado de los restos de Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer al Panteón de Sevillanos ilustres, la ciudad de Sevilla quiso cumplir los sueños del poeta y ubicar una piedra blanca con una cruz en la ribera del río Guadalquivir que conduce al convento de san Jerónimo.

J.V.G.

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