Óleo sobre lienzo
335 x 215 cm.
1600 ca.
Nacido en Córdoba, Pablo de Céspedes (h.1540-1608), se crió bajo la tutela de su tío, Pedro de Céspedes, racionero de la catedral de esa ciudad. Su formación fue la de un auténtico humanista, estudió en la Universidad de Alcalá de Henares donde, según Ceán Bermúdez, se matriculó en el año de 1556 en Artes y Teología. Posteriormente viajó a Roma y conoció la obra de los grandes artistas italianos, sobre todo, la de Rafael y Miguel Ángel. Francisco Pacheco lo incluye en su libro de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones. Su obra pictórica la desarrolló básicamente entre Roma, Córdoba y Sevilla.
Céspedes debió de facturar este gran lienzo, destinado a iglesia de la Casa Profesa de los jesuitas de Sevilla, hacia el año 1600, puesto que en 1603, una severa enfermedad lo tenía recluido en su casa, impidiéndole pintar. La temática que trata es uno de los momentos más importantes en la vida de san Ignacio de Loyola y de la Compañía de Jesús. El viaje que realizó en 1537 el padre Ignacio, junto con sus compañeros, a Roma con la finalidad de que el papa aprobase las reglas de la Orden jesuítica. Concretamente la pintura recoge el momento en el que el fundador, en un descanso en el camino, ya próximo a la ciudad imperial, se retira a orar a la capilla de la Storta, donde tuvo una visión trinitaria. El padre Diego Laínez, compañero en aquel viaje, cronista y sucesor suyo como general de la Compañía a la muerte del santo, lo relata en 1559 de esta manera:
“…después, en otra ocasión dijo que le parecía ver a Cristo con la cruz al hombro, y junto a él el Padre que le decía: “Quiero que tomes a este por servidor tuyo”. De modo que Jesús lo tomó diciendo: “Quiero que tú nos sirvas”. Por esta razón, cogiendo gran devoción a este santísimo nombre, quiso denominar a la congregación con el nombre de la Compañía de Jesús”.
La bula Regimini militantes ecclesiae, promulgada por Paulo III el 27 de septiembre de 1540, reconoció y confirmó a la Compañía de Jesús como nueva orden religiosa.
La obra, ubicada actualmente en el paraninfo de la Universidad de Sevilla, se resuelve en dos registros, la tierra y el celeste, la zona baja solo la ocupa, en el margen derecho, la imagen del santo arrodillado que parece absorto ante el rompimiento de gloria que magnifica la acción. La estética manierista está muy presente en el lienzo, pudiendo apreciarse en los volúmenes corpóreos de los ángeles mancebos y el del propio Jesucristo el influjo miguelangelesco. Por su parte, los rostros están idealizados, salvo el del padre Ignacio, que se nos ofrece más veraz, cercano a ese naturalismo que se abastece de la observación de lo cotidiano. El color se utiliza de manera inequívoca, la tonalidades cálidas para otorgar mayor fuerza a la escena principal de la composición, creando así una atmósfera vibrante, y los tonos pardos para la zona inferior a fin de evitar que la atención de espectador se concentre en otra cosa que no sea el vigor y la fortaleza que se desprende del dogma de la Trinidad.