Este texto no tiene otro propósito que aterrorizar a aquellos que temen el árabe*
Cada visualidad representa un modelo de relaciones. Desde la visión del retrato de un líder para recordar quien gobierna hasta la de un producto en un catálogo para decidir su compra. Desde las representaciones de los faraones, césares, y jefes de estado y/o reyes en las monedas, hasta la exhibición de emblemas, iconos de productos a la venta online, cajas de cereales (cuya realidad puede no coincidir con la ficción) o pizzas precocinadas casi listas para su consumo. Consumando las hipótesis distópicas de Guy Debord, el centro del mundo ha derivado desde el ser-humano hasta el ser-objeto. El tributo de ayer y los impuestos de hoy confluyen en el PVP cuya entrega teatraliza la comunión de las masas con el modelo de producción.
La visualidad define identidades. Las actualiza cada vez que se exhibe, haciendo saltar sus valores en cada barrido visual, en cada escaneado. Desde Cristóbal Colón a Blade Runner, desde la pincelada hasta el píxel, la producción de la réplica persigue a occidente. Es la misma que va presionando hasta la sustitución de la realidad por una intangible utopía virtual, inalcanzable. Al principio generada desde una perspectiva general, compartida con un amplio público, hasta que ha llegado a producirse desde un punto de vista infinitamente contingente y particular que parte desde experiencias unipersonales, no siempre comprensibles ni interesantes para el resto de los mortales.
Viciado en el sentido de la vista, en el cono visual, eje del vértice de la pirámide, prioriza ese funcionamiento por delante de otros sentidos, tanto sensibles como cognitivos. Centrado casi exclusivamente en la inteligencia visual, el orden de visualidad dominante, hegemónico, occidental, cristiano y moderno/colonial, ha desencadenado en su seno las legítimas reivindicaciones de las otras inteligencias menospreciadas: semánticas, sonoras, sensitivas, kinéticas, existenciales… y como prueba de ello, se han visto reflejadas en su propia historia con sus innumerables giros, oleadas, rupturas y vanguardias: expresionismo, abstracción, dadá, fluxus, letrismo, happening… eterno retorno de las iconoclasias: blasfemias, herejías, que cuestionan la construcción de la realidad y el poder, poniendo en duda todo un sistema artístico, cultural, y por supuesto, de relaciones.
El acto artístico se ha ido reduciendo cada vez más a la construcción de un mensaje con un discurso establecido, fuerte, coherente, claro y con carácter. Un cuestionamiento de la imagen en sí mismo, cuya reducción desde la representación hasta el concepto muestra una necesidad de renovación latente hasta el momento, mostrando, además, las ansias creativas a niveles más profundos, no solo visuales, sino como parte indisoluble del plano ideológico.
Este viraje hacia el concepto, a la acción, al ser-estar, a la comunicación, relación, vertebrado sobre la transmisión de un mensaje, son índices de una ruptura con el orden cultural dominante como apuntaría Stuart Hall y a su vez simbolizan una crisis de la civilización moderna/colonial, parafraseando el núcleo teórico de Ramón Grosfoguel.
Como punta de lanza del mensaje, una de las vías de escape ha sido la reducción hasta el grafismo, hasta la escritura. Desde los grafitis hasta los ensayos; los últimos libros revelados: los manifiestos, la pulsión de los teclados para la producción de contenidos, la tensa limitación a los 280 caracteres de un tuit, la instantánea caducidad de noticias -tanto fake como trust-, los muros de las lamentaciones de Facebook.
No solo a nivel conceptual, también en lo formal la escritura cumple una función con mucho peso. Determina el sentido de la comunicación literalmente con su posición en el espacio y le imprime movimiento: transportando ideas, construyendo el pensamiento, como bien explicó Moncef Chelli. De igual manera, la asociación de una escritura con una civilización, con un modelo visual tampoco pasa desapercibido.
La A latina -proveniente del Lazio- remanece en cada texto recordando y actualizando a la vulgata, base fundacional y tradición de la cultura hegemónica universal – católica, en latín -. Por esa razón, mientras se han basado en la A, la fractura que proponían las vanguardias no ha sido total, pues siempre se han copiado los mismos renglones de la misma forma, respondiendo a un mismo dictado, repitiendo esquemas, reproduciendo patrones.
La frontera conceptual, simbólica y formal marcada por una escritura impide abrir otros horizontes sensitivos y semánticos, marcando un eterno retorno a una ortodoxia cuyos muros conocidos y estudiados contienen un raudal estancado de ideas ya experimentadas, quizá estériles. La cárcel epistémica silenciosa y fragmentada de un solo alfabeto marca el sistema de relaciones, sígnico, visual, un estado mental determinado y totalitario que, para más inri, en múltiples casos ha sido impuesto.
La práctica de otra escritura, en concreto la árabe, conlleva el planteamiento de nuevas visualidades y posibilidades creativas fuera de la ortodoxia visual hegemónica, aportando nuevos contenidos y significados. Pero igualmente, traza el camino de un nuevo sistema de relaciones, donde los sentidos y contenidos quedan a merced de una llave: el reconocimiento de un código fuente, sin necesidad de limitarla -solamente- a un contenido semántico, bien capacitada para recrearse en la estética, en la técnica y la artesanía.
Resiliente en nuestro entorno y normalizada a 14,4 km (distancia del estrecho de Gibraltar), aparece toda una heterodoxa y rupturista visualidad. Sus posibilidades en la actualidad, tanto por la caligrafía árabe y a través de las propuestas de la hurufiyya, son recorridas de múltiples maneras gracias a su flexibilidad y polivalencia. Y todo ello sin la condición sine qua non de conocer el idioma, sino prestándose como herramienta compositiva, con la siempre abierta posibilidad de utilizar sus equivalencias sonoras para transcribir lenguas -como es el caso del aljamiado, como es el caso del farsi-.
En palabras de Shakir Hasan As Said, incorporar la letra en el arte es la decisión de fundir en un solo mundo a dos mundos, el mundo del pensamiento [“lingüístico”] y el mundo de los sentidos [“visual”] en una única dimensión (al bu’ud al wâhid / one dimension / البعد الواحد), expresando el encuentro entre el ser humano y la naturaleza pero sin entenderla como un espejo, o como un muro, sino considerándola como su propio entorno: extensión de sí mismo.
La escritura árabe, en la cultura y en el arte, no es solo un camino visual, sino la clave hacia otros pensamientos y el índice de una fractura colonial, una herida por donde pasa la luz.
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* Texto original: هذا النص ليس له أي هدف سوى ترويع أولئك الذين يخافون من اللغة العربية. Proyecto del estudio Rock Paper Scissors (@rps.mafia : Instagram) puesto en marcha en Berlín, 2016. El texto en árabe aparece reproducido sobre bolsas textiles y camisetas.
Imagen: Rock Paper Scissors / Al Jazeera [Recurso digital, consultado en 24/04/2020] https://www.aljazeera.com/indepth/features/2016/08/tote-bag-designers-idea-reality-arabs-160818162129045.html
Sevilla · Fin de sha’aban · 1441 H
فاطمة الزهراء الاندلسيّة / Marta Pérez Castro
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