En 1750, Sebastián van der Borcht, ingeniero militar español de origen flamenco, se hace cargo de las obras de la Antigua Real Fábrica de Tabacos. Durante aproximadamente ocho años, su labor va a estar íntimamente relacionada a la de Caetano da Costa, (1709-1778), escultor y arquitecto de retablos, de origen portugués, al que se le va a encargar la ejecución de la mayor parte del programa decorativo del Real edificio.
Consta que en 1729 ya estaba en Sevilla, pues se casó con Isabel de Amil, lo que hace suponer que debió llegar a la ciudad pocos años antes. En 1738 se marchó a Cádiz, donde permaneció hasta 1750, trabajando en lugares de relevancia como la Catedral Nueva, el Hospital de Mujeres o el Convento del Carmen de San Fernando.
Cuellar Contreras, documenta su regresó a Sevilla en 1750, ya que, en diciembre del año anterior, viviendo aún en Cádiz, firmó un contrato para la realización de los Retablos colaterales de la iglesia del Sagrario de Sevilla. Iniciando así un segundo periodo de trabajos en nuestra ciudad que le llevaron a intervenir, entre otras, en la obra de mayor prestigio que por entonces se estaba construyendo, la Real Fábrica de Tabacos.
Su intervención en el edificio se dilató hasta 1758. Del mes de mayo de ese mismo año es una documentación donde confirma que había terminado de tallar los cuatros remates principales de las esquinas; la estatua de la Fama y los ochos jarrones que la flanquean y las dos fuentes de los patios grandes.
El profesor Pleguezuelo cree que no existe duda en la factura del maestro portugués de los motivos ornamentales de la portada: el escudo real del tímpano, el león y la cartela con el nombre del edificio sobre la clave del arco de acceso y los exornos de rocallas alrededor del vano de la ventana del piso superior; así como, de los ocho remates menores, simplificación de los cuatros pináculos piramidales esquineros, ubicados en los cuatro frentes del edificio, justo en las zonas donde se produce un ligero retranqueo de las fachadas; y de las gárgolas que se disponen a lo largo de todo el perímetro de la cornisa.
Si atendemos al lenguaje compositivo, parece evidente que pueden ponerse en relación los leones de la portada y de los remates superiores de la Fábrica, elaborados por el artista entre 1764-1765, con los labrados para el paseo de la Alameda de Hércules. De la misma manera, los mascarones de las gárgolas y los adornos de rocallas propios del barroco tardío, presentan semejanzas estilísticas con el conjunto de relieves que engalanan los pedestales que, y siempre en opinión de Pleguezuelo, el arzobispo de Sevilla, Francisco de Solís, pudo haber encargado a Caetano da Costa para servir de soportes a una serie de estatuas y bustos de mármol traídos de Roma, cuya finalidad era embellecer los jardines del Palacio Arzobispal de Umbrete y que actualmente se encuentran ubicados en los jardines de las delicias.
Por otra parte, el profesor Martínez Montiel, vincula la imagen de la Fama con la escultura de la Virgen del Carmen, facturada en 1748 por el artista para la portada de la iglesia del Convento del Carmen de San Fernando. Apreciando, que existen una serie de similitudes en su composición, entre las que destaca, la manera de cómo consigue romper la frontalidad a la que estaban abocadas ambas esculturas, debido a su ubicación en altura, que solo parecía permitir un único punto de vista al espectador. Ambos casos se resuelven de idéntica manera, utilizando una línea serpentinata de regusto clásico que les otorga un gran sentido del movimiento, que en el caso de la Fama, se nos antoja un tanto fingida y que permite su observación desde varias perspectivas.
Joaquín Voltes Gálvez
Imagen superior: Pepe Morón