Autor desconocido
Finales S. XIX – principios S. XX
4,8 x 3,4 x 0,9 cm
Cerillera de metal plateado y esmalte
Este ejemplar responde a una cerillera realizada en metal plateado en forma de mechero y adornado con cenefas. Su parte frontal se ha decorado con un esmaltado que representa la imagen apaisada de una mujer semidesnuda recostada en un diván de tonos azules y amarillos; sus largos y dorados cabellos reposan sobre su costado.
La mujer eleva su brazo izquierdo sobre su cabeza, dejando al descubierto sus pechos y sus piernas, semicubiertas por una especie de sábana. Junto al diván, se observa la presencia de un gran felino que podría ser una pantera blanca o una leona albina; animales que simbolizan la protección y el valor. El color de su pelo podría entenderse como una alusión al exotismo y orientalismo que tanto inspiraron durante la época.
Se trata de una escena que, por la composición, los colores y la temática utilizada, nos acerca a Venus de Urbino de Tiziano (1538) o a Olimpia de Manet (1863). La temática de la decoración indica que probablemente perteneciera a un hombre.
Esta pieza contiene un rascador en la parte inferior. Los rascadores solían incorporarse a las cerilleras en formas de talla, estriado o materiales duros que permitían la ignición de los fósforos gracias al roce. En otras ocasiones, los rascadores venían a parte.
La decoración esmaltada es una de las más cotizadas entre los coleccionistas y las que alcanzan mayores precios en las casas y mercados de antigüedades. Las más destacadas dentro de las esmaltadas, son las fabricadas en Rusia y Francia (RUA BENITO, p.31 y 34).
Las cerilleras, también conocidas como fosforeras, son pequeños estuches o cajas que se utilizan para contener o llevar fósforos o cerillas. Existen infinidad de tipologías según se clasifiquen por material, forma, sistemas de cierre, etc. Además, se las suele clasificar según su cometido, ya que hay cerilleras de mesa y cerilleras de bolsillo. La aparición de estas se sitúa a finales del siglo XIX y continuaron desarrollándose hasta el primer tercio del siglo XX.
En 1927, John Walker descubrió la capacidad de ignición de la mezcla surgida entre el sesquisulfuro y de fósforo, dióxido de plomo (u otro tipo de oxidante) y cola. Esta nueva combinación era tan eficaz como el fósforo blanco, pero con la ventaja de que no producía necrosis entre los obreros de las fábricas de cerillas. Años más tarde se sustituyó el sesquisulfuro por el sulfuro de anticromo.
Ante la comercialización de las cerillas fósforos, muchos artesanos y plateros buscaron una respuesta a su transporte, al mismo tiempo que creaban un objeto de valor y distinción, muy común entre los utensilios utilizados para el consumo de tabaco en aquella época. Las cerilleras se unieron a las tenacillas y las tabaqueras como objeto que todo/a buen fumador/a debía poseer para realizar dicho ritual. A menudo, las cerilleras fueron empleadas de forma simultánea para otros fines, tales como guardar monedas, sellos de correos, guardafotos, silbato, espejo, navaja, palillo, lapicero, etc.
La presente pieza forma parte de la colección adquirida por Tabacalera S. A. entre 1989 y 1990 al coleccionista D. Antonio Rua Benito. Los documentos relativos a la transacción ofrecen detalles acerca de las piezas incluidas en el acuerdo, así como datos relativos al propio contrato. Se incluye también un artículo escrito por el propio Rua Benito sobre cerilleras [1].
Luna Fernández Muñoz
María de las Mercedes Núñez Garruta
Ester Prieto Ustio
[1] Benito, R. “Un siglo de cerilleras” en Rincón del coleccionista, pp. 30-34.