Esteban Márquez de Velasco (Puebla de Guzmán, Huelva 1652-Sevilla, 1696) se formó como pintor con su tío, Fernando Márquez, que poseía taller en Sevilla y con el que trabajó hasta la muerte de éste en 1672. Su trayectoria profesional transcurrió enteramente en la ciudad hispalense, adoptando una estética murillesca a la que dotó de un conjunto de características propias, como la expresividad de sus personajes, llegando a crear una serie de prototipos que hacen fácilmente reconocible su producción. El profesor Valdivieso piensa que, por el considerable número de obras que de él se conservan, su actividad artística fue muy intensa por lo que debió de contar con un destacado conjunto de colaboradores. Esto justificaría el hecho de que en sus pinturas se aprecien diversos estilos, así como, detalles y aspectos con diferentes grados de calidad.
La obra que nos atañe, firmada en la zona inferior como “STEPHANUS MARqZ DEVELASCO FA. ANO1964”, procede del refectorio del Colegio de Mareantes de san Telmo, donde se formaban a jóvenes huérfanos para que se convirtieran en futuros marinos de la armada española. El motivo que da significado a esta compleja composición son los dos personajes del ángulo inferior derecho: san Telmo, patrono de los marinos, que sostiene en sus manos una carabela y un cirio azul, en alusión al fuego del santo que protegía con su llama a los navegantes; y san Francisco Javier, protector de las Indias orientales.
La pintura, ubicada actualmente en el paraninfo de la Universidad de Sevilla, resulta muy aparatosa y tiene un claro precedente iconográfico en la Multiplicación de los panes y los peces de Hospital de la Caridad que realizó Murillo. Se estructura en dos grupos; el de la derecha, donde los niños desvalidos van llegando a la Virgen, portando cada uno de ellos en sus manos cartelas que contienen suplicas de las letanías marianas, y que Ella va guiando hacia el segundo grupo, donde Cristo los va reconfortando, ofreciéndoles el beneficio de su amparo y protección, mientras que los apóstoles, los proveen de pan, agua, ropa y los educan e instruyen, convirtiéndolos en personas útiles a la sociedad. Curiosamente, la figura de Cristo se repite y aparece de perfil en un segundo plano, al fondo de la composición, predicando ante estos niños una vez han sido acogidos por la institución benéfica. Así, ésta, se convierte en un instrumento al servicio de Dios y España.
Se trata de una obra de carácter laudatorio a la labor benéfica que realiza la Universidad de Mareantes, a través del Colegio de Huérfanos que fundó para formar a niños marginales sin familia ni recursos.
Extractado de Valdivieso, Enrique: Historia de la Pintura Sevillana. Siglos XIII al XX. 3ª ed. Guadalquivir ediciones, Sevilla 2002. Págs. 254-255