El éxtasis de san Francisco Javier. Francisco Herrera «el Viejo»

Óleo sobre lienzo
340 x 219 cm.
1625 ca.

Francisco Herrera (Sevilla, h. 1590- Madrid h.1654) formó parte de la primera generación de pintores barrocos sevillanos, aunque hay que decir que su obra está claramente influenciada por la del pintor flamenco, asentado en España, Juan de Roelas. Lo mejor de su producción se localiza en el segundo cuarto del siglo XVI. Su figura es clave para entender el tránsito que se produjo entre las anquilosadas propuestas que ofrecía el tardomanierismo renacentista de finales del siglo XVI, con imágenes frías e inexpresivas, frente al impulso renovador, de contenido más naturalista, que Roelas aportó a la pintura de nuestra ciudad.

La temática de la obra, ubicada actualmente en el paraninfo de la Universidad, representa el instante de la levitación del padre jesuita san Francisco Javier, cuando está consagrando la Sagrada Forma antes de ofrecerla en comunión a los fieles. Compositivamente, el cuadro se articula en dos registros, uno terrenal y otro celestial, quedando conectados por la figura central del santo en el momento de su elevación.

En el registro inferior se representa el asombro que causa en los fieles este acontecimiento. Sus rostros están inspirados en personajes humildes y sencillos de la vida cotidiana, pudiendo ser considerados muy realistas. El autor sabe captar de manera extraordinaria la expresividad abstraída en los gestos de los afortunados asistentes, incrédulos y paralizados ante el misticismo de la acción.

El registro superior, que muestra más movimiento, se configura mediante un rompimiento de gloria con ángeles niños de facciones rollizas y dos ángeles mancebos sosteniendo un incensario y lo que parece ser una naveta (el casco de un barco en miniatura) que simboliza el carácter viajero del santo en alusión a la evangelización de las Indias orientales.

El éxtasis de san Francisco Javier. Francisco Herrera el Viejo (atribución)

 

Podemos apreciar como la paleta del artista se vuelve más cálida y vibrante conforme la composición va ascendiendo. Con todo, el naturalismo de Herrera es recio, como demuestra la rigidez que se desprende de la imagen del santo, a lo que colabora una pincelada muy enérgica y vigorosa.

La composición de la obra pudiera estar inspirada en la tabla que Cornelis Schut, el Viejo, facturó para la capilla de san Francisco Javier, en la iglesia jesuita de san Carlos Borromeo de Amberes, con motivo de la finalización de los trabajos de construcción de ésta última en 1621, y la posterior canonización del jesuita navarro un año después. Existe una réplica sobre lienzo en la Colegiata de Sainte-Gertrude de Nivelles. Si bien es cierto, que entre la pintura atribuida a Herrera el Viejo y la de Schut, hay algunas variaciones iconográficas, estilísticas y, sobre todo, un menor número de personajes secundarios, en las del maestro flamenco, pudiera ser factible que el pintor sevillano utilizase uno de sus grabados como modelo.

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