Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida, (17/2/1836-22/12/1870), es uno de los mayores genios creativos de la literatura de nuestro país. Hijo del pintor costumbrista, José María Domínguez Insausti, firmaba sus cuadros como José Bécquer (1804-1841) en homenaje al apellido de sus antepasados. Una distinguida familia de origen flamenco que se estableció en el siglo XVI en la collación de Santa María la Mayor de Sevilla y que para el siglo XVIII había perdido toda su notoriedad y lustre.
Quedó huérfano de padre muy pronto, en enero de 1841, cuando aún no había cumplido los cinco años. En 1846 ingresa en el Real Colegio de Náutica de san Telmo, allí recibe clases de Francisco Rodríguez Zapata, discípulo de Alberto Lista, que le inculcó la tradición cultural de éste. La influencia que el trianero ejerció en un adolescente Bécquer le llevó tiempo después, con tan solo trece años, a escribir un epitafio conmemorativo de su muerte. En 1847 muere su madre, Joaquina Bastida Vargas y además Isabel II cierra el Colegio de san Telmo, por lo que hubo de irse a vivir con su madrina, doña Manuel Monehay Moreno, casada con un perfumista de origen francés con negocio en Sevilla. Su casa disponía de una reducida biblioteca, aunque rica en libros de poesía, lo cual motivo a Gustavo Adolfo para aficionarse a la lectura y a la escritura.
Entre 1850-1852 estudia pintura en los talleres de Antonio Cabral Bejarano y de Joaquín Domínguez Bécquer. De 1853 datan sus primeras creaciones poéticas.
En 1854, con la esperanza de alcanzar fama y prestigio con la literatura, se marchó a Madrid, donde va a escribir comedias y libretos de zarzuelas, algunas de claro contenido anti-burgués, trabajando también como traductor de francés, ayudante de redactor o dibujante. En 1858 es diagnosticado de tuberculosis, sobreviviendo gracias a los cuidados dispensados por doña Adela, la patrona de la pensión donde vivía y al de algunos amigos. Tras superar esta crisis empieza su proyecto más ambicioso, el de realizar una Historia de los Templos de España, que ilustraría su hermano Valeriano, y del que solamente se publicó el primer tomo.
Con una vida amorosa bastante desgraciada, se casó con Casta Esteban y Navarro en 1861, hija de un médico que le trató una enfermedad, pero su verdadero amor y musa fue Julia Espín, cantante de ópera, a la que conoció en 1858 y que le rechazó por su falta de celebridad. Ella le inspira los primeros poemas que luego se incluirán en sus Rimas, como “Tu Pupila es azul”, en relación con el color de sus ojos.
Entre los años de 1860 y 1865 se produce la etapa más fructífera de la producción literaria del poeta, al mismo tiempo que la de su hermano Valeriano. En 1860 se publica su futura Rima LXI. “Al ver mis horas de fiebre”. “El Contemporáneo” será, hasta 1865, su principal medio de vida, adquiriendo gran prestigio como periodista. Su primer hijo nace en 1862, y un año después recae de su enfermedad, lo que le lleva a tomar la determinación de aislarse en el monasterio de Veruela, al pie del Moncayo, junto con su hermano, lugar considerado ideal para los enfermos de tuberculosis. No estuvieron más de un año, otoño del 1864, pero el escritor nos dejó una de sus más destacadas obras “Cartas desde mi celda”, y algunas de sus leyendas. También a su hermano le alcanzó la inspiración, dibujando un conjunto de tipos de personajes de la España profunda de gran valor etnográfico que luego utilizaría Gustavo Adolfo en sus narraciones.
En 1865, de vuelta de Vera del Moncayo, su amigo y mecenas, Luis González Bravo, ministro de la Gobernación con Narváez, le nombra censor de novelas, cargo que ocupa hasta 1868 con una breve interrupción en su puesto. Un año antes había nacido su segundo hijo, pero la relación con su esposa es bastante tensa, hasta el punto de acusarla de infidelidad. Rompen su relación en 1868.
Tras estos sinsabores familiares, la fatalidad llama a su puerta, y en septiembre de 1870 fallece Valeriano como consecuencia del tifus. Tres meses después, su estado de salud se agrava, quizás por una nueva recaída de su enfermedad. Muere el 22 de diciembre del mismo año. Las últimas palabras que salieron de su boca fueron, “Todo mortal”. Al día siguiente fue enterrado en el nicho 470 del patio del Cristo en el cementerio de La sacramental de san Lorenzo y san José de Madrid.
Para ayudar a la familia, los allegados del poeta, sobre todo Augusto Ferrán, fueron recopilando de periódicos, revistas o textos manuscritos toda su obra, la cual se publicaría el verano de 1871. La primera edición, en dos volúmenes, se tituló Obras, editados por la casa Fortanet.